El día que nací
mi destino estaba marcado.
A mis amos oí decir:
“ha de ser sacrificado”.
En ese momento
yo me puse a temblar
y un niño pequeño
me empezó a acariciar.
Sus padres arrepentidos
cambiaron de opinión
y en vez de sacrificarme
me llamaron “Salomón”.
Desde ese momento
como un rey me siento
y mi amo “pequeñín”
es ahora muy feliz.
Soy un perro con suerte.
Algunos son abandonados,
otros maltratados y muchos más
sacrificados.
Si me quieres ayudar
a los perros puedes adoptar
y jamás olvidar
que no se debe maltratar.
Carlos Gabarre Burillo
2º Primaria
CRA Orba (Muel)
8 años
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